Pelea de Boxeo

No había llamado dos veces a la puerta cuando Ana ya estaba allí, abriéndola ampliamente y saludándome con una sonrisa dulce e igual de amplia. Se pone de puntillas y se acerca para abrazarme. Escucha callada mientras su madre y yo confirmamos las direcciones al centro de recreación donde su hermano mayor peleará su primera pelea de boxeo. Ana y su madre se besan y se despiden, y acuerdan encontrarse en el evento.

Una vez en camino, ella pregunta tímidamente si puede poner una canción que trajo de casa, una grabación de hip hop Latino con letras atrevidas y sexys. La escucho cantar suavemente, con su marcado acento guatemalteco.

Mientras conduzco, la veo por el rabillo de mi ojo derecho. Allí, abrochada en el asiento del pasajero delantero, está una niña de doce años cuyos pies apenas llegan al piso, quien disfruta jugando al ‘Veo, veo’ y me dice que se tapará los ojos durante la pelea porque no quiere ver que lastimen a su hermano.

Llegamos al centro de recreación una hora temprano. Ana acepta alegremente cuando la invito a almorzar, y elige nachos con queso, pero sin jalapeños. Comparte su almuerzo conmigo, y se asegura de que no quede nada, lamiendo el queso derretido en el plato y en las yemas de sus dedos.

Luego vemos pasar a varias adolescentes con uniformes de porristas riéndose con entusiasmo. Ana pregunta si podríamos ir a verlas practicar, y lo hacemos. Observa atentamente a las chicas y sus acrobacias, deslumbrada.

Vamos a usar el baño, y cuando salí de mi cubículo la veo junto a los lavabos, tratando de reproducir los movimientos de las porristas. Su vestido de terciopelo rojo que cubre más allá de sus rodillas, sus calcetines blancos y sus zapatos de charol negros son muy diferentes a las minifaldas, las blusas ajustadas y los zapatos deportivos que llevan las porristas.

La pelea de boxeo va a comenzar, y la familia de Ana no ha llegado. Ella mira el reloj y dice que teme que se hayan perdido. Sus ojos almendrados color café parecen preocupados. Me pide que llame a su madre para saber dónde están. Camina y explora la creciente multitud de espectadores buscando rostros conocidos, hasta que sonríe y saluda para llamar la atención de su familia.

Sus padres, tío, y cuatro hermanos se nos unieron en las gradas, donde Ana había reservado espacio para todos en la segunda fila del ring de boxeo.

Hay varias peleas antes de la del hermano de Ana. Ella menciona que su padre le preguntó si ella querría aprender a boxear, pero ella prefiere la gimnasia. Dice que su cuerpo pequeño y ágil ha capturado la atención de los entrenadores de gimnasia durante la educación física en su escuela.

Cuando su hermanita comienza a llorar, Ana se ofrece a consolarla. Se ata su largo y espeso cabello negro en una cola de caballo, y sostiene a su hermana en su regazo. Primero la rebota juguetonamente en su falda, y luego la mece suavemente mientras le canta canciones de cuna en español. Su melodía apenas se escucha, dado el clamor de vítores de los fanáticos del boxeo, pero la bebé se duerme de todos modos.

Cuando llega el momento de la pelea de su hermano, Ana reza una plegaria en voz baja. No se tapa los ojos, sino que los mantiene firmes en la figura de su hermano, quien se mueve rápidamente en el ring durante las tres rondas. La voz de Ana se eleva para animarlo, gritando su nombre, alentándolo en español y en inglés. Cuando su hermano es declarado ganador, Ana suspira, sonríe, se pone de pie, y aplaude.

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