Vecinos

Don Pedro fue un lagartijo de los años de nuestra niñez. Para otras personas, él era un lagartijo común y corriente, uno entre los millones que corretean en el suelo de la isla tropical donde crecimos. Pero Don Pedro era especial para nuestra familia, pues su cuento es el único que recordamos Mami se inventara para nosotras sus hijas, tal vez para que no nos asustara el sigiloso reptil cuya garganta roja latía como el alegórico corazón en el cuello.

Mami decía que Don Pedro y su familia usaban de platos para comer las tapitas de aluminio que cubrían la boca de los litros de vidrio que traía el lechero en aquellos tiempos.

Ya que Mami nos contó que Don Pedro tenía una familia como la nuestra, mi hermanita y yo nos entreteníamos buscando por todas partes a la esposa y a las hijas del callado vecino.

Don Pedro era nuestro vecino, nunca fue nuestra mascota. Pero, una vez lo nombramos, se distinguía del resto de los lagartijos que se colaban en casa, ignorando las fronteras que las personas crean erigiendo muros y barreras.

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