Jo y el Pino

 

Por aquí cerca existe un pueblo en el que cada chico y cada chica tiene su propio árbol. Jo vive en este pueblo. El árbol de Jo es un árbol de pino.

 

Un día, caminando por el vecindario, Jo se asomó al patio de una familia vecina. El árbol del niño que allí vivía era un arce. Sus hojas se habían tornado amarillas, naranjas, rojas, o moradas. Jo vio al niño saltando sobre montones de crujientes hojas de arce caídas. 

 

‘Yo quisiera divertirme así en casa’, pensó Jo.

 

Era otoño, así que Jo esperó que su árbol de pino cambiara, como había cambiado el arce. Jo le pidió al pino hojas coloridas que luego cayeran en montones crujientes. 

 

‘Muchos árboles tienen hojas de colores que caen en el otoño. El mío debería ser así’, dijo Jo en voz baja.

 

Jo esperó y esperó, pacientemente. Pero el otoño pasó, y las hojas verdes del pino no mostraron ningún cambio.

 

Ese invierno, Jo visitó a una amiga. El árbol de esa niña era un roble con ramas enormes y fuertes, buenas para trepar. Jo la pasó muy bien subiéndose al árbol de su amiga, de rama en rama, hasta llegar a una altura desde la cual Jo podía ver lejos en la distancia. Desde allá arriba Jo vio muchos patios diferentes con distintos tipos de árboles. Pero el árbol de pino de Jo no tenía ramas que Jo pudiera trepar.

 

‘¿Por qué no tengo un árbol con ramas para trepar?’ Jo gritó con enfado.

 

Jo empezó a golpear y patear al árbol de pino con enojo. Pero por más que se quejó, amenazó, y peleó con el árbol, éste no creció ramas que Jo pudiera trepar.

 

Llegó la primavera, y a Jo le invitaron a casa de otro amigo. Allí Jo conoció el árbol de magnolia de ese niño. Tenía flores blancas, grandes, perfumadas. Jo disfrutó el aroma de las hermosas flores y se entretuvo creando adornos florales.

 

Al llegar a casa y al árbol de pino, Jo comenzó a tratar de convencer al pino para que produjera flores.

 

‘Por favor, árbol, dame cualquier tipo de flor, aunque no sean magnolias’, Jo suplicó.

 

Jo hasta desafió al árbol de pino a que floreciera. Pero el regateo, las súplicas y los retos no funcionaron. El árbol de pino siguió produciendo aroma de pino, no flores ni perfume floral.

 

La primavera se convirtió en verano, y Jo fue a pasar el día en casa de otra amiga. El árbol de esta niña era un árbol de manzanas. Muchas manzanas rojas deliciosas colgaban y caían de sus ramas. Jo merendó varias manzanas frescas, saboreando el dulce sabor de la fruta. Con el almuerzo bebió refrescante jugo de manzana, y tras la cena disfrutó un delicioso pedazo de pastel de manzana como postre.

 

De vuelta a su casa y al árbol de pino, Jo le pidió manzanas. Pero el árbol de pino tenía conos de pino en lugar de frutas.

 

‘Pobrecito yo, mi árbol no me da manzanas’, lloraba Jo.

 

‘Yo no puedo comer conos de pino. Yo quiero frutas’, sollozó Jo tristemente. 

 

Jo se sentía muy infeliz, y estaba llorando bajo el árbol de pino cuando algo sucedió. Algo mojado y pegajoso había caído sobre el zapato izquierdo de Jo. 

 

‘Me ensució un pájaro, ¡lo último que me faltaba!’, se quejó Jo con sarcasmo.

 

Al mirar hacia arriba, Jo vio un pájaro en un nido, acomodado entre las ramas del pino, justo sobre donde estaba Jo. Jo notó que el nido parecía estar formado con hojas de arce, palillos de roble, y pedacitos de flores y frutas secas, así como del follaje de árbol de pino.

 

Se iluminó un bombillo en la mente de Jo. ‘¡Ya veo! ¡Ahora entiendo! He luchado inútilmente para que mi árbol de pino me diera lo que no puede dar. Yo no quería creer que nunca tendrá hojas coloridas, y seguía pidiéndole. Me enojé con mi pino por no tener ramas para trepar. Traté de convencerle de que me diera flores, y lloré porque no produce frutas. Mi árbol de pino sigue siendo el mismo, y yo aquí sufriendo. Creo que haré lo que hizo este pájaro, ir a buscar donde hay lo que yo quiero’, dijo Jo con inspiración.

 

Jo aprendió a aceptar a su pino como árbol de pino que es. Y decidió visitar vecinos y amigos cuando quería saltar en montones de hojas, trepar ramas para ver lejos, oler perfumes florales, o comer frutas dulces.

 

Y Jo llegó a apreciar lo que ofrecía su árbol de pino. En lugar de montones de hojas, una sombra acogedora todo el año. En vez de ramas grandes para trepar, ramitas para hacer coronas y guirnaldas. No flores bellas, pero sí exquisita fragancia de pino. Y en lugar de frutas para comer, conos para jugar. 

 

Su árbol de pino no cambió, pero ahora sí Jo es feliz.

Previous
Previous

Mel, el Camello Emplumado

Next
Next

Mi Monstruo y Yo