Abuelita Allita
Se llamaba Margarita. Le encantaba la belleza modesta y alegre de esta flor, y nosotros amamos el encanto de ella. Pero le apodamos Allita.
Allita, narradora de cuentos para sus nietas, nos enlazó con nuestras raíces cubanas, presentándonos personas y lugares que solamente hemos conocido en sus relatos.
Allita, compositora de canciones hermosas y graciosas, a diario hacemos eco de su tarareo.
Allita, nuestra compañera y árbitra en los juegos, nos enseñó a jugar a las damas y al parchís, y decidía con rifas nuestros turnos a la hora del baño.
Allita, devota guardiana de la fe, en las noches caminaba por los pasillos rezando el rosario a María.
Allita nos instó a aprender a nadar, a conducir, y a hablar inglés, ya que no haberlo hecho ella probablemente fueron los mayores pesares de su larga y plena vida.
Allita se ponía aretes y perfume todos los días, incluso cuando ya no veía, y nos pedía depiláramos con pinzas su barbilla.
Allita estaba cieguita en sus últimos años, pero aún así podía vernos claramente.